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¡No me Quieras Tanto y Quiéreme Bien!
Hoy me apetece reflexionar contigo, compartir una idea que anoche me llegó, después de haber pasado un día maravilloso con mis amigas, paseando por la naturaleza y hablando de nuestras vidas. Hablamos de todo un poco y claro, también de nuestras trayectorias sentimentales. Hicimos un buen repaso a nuestros amores y desamores y cuando llegué a casa me vino una frase a la cabeza que mi madre me dijo hace pocos años, cuándo la última relación de pareja que he tenido daba sus últimos coletazos.
Ella, como mujer sabia que es, cuando yo aseguraba que desde luego la relación no funcionaba, pero que él me quería mucho, me dijo: “Cariño, pues que no te quiera tanto y que te quiera bien”
Esa fue una de las claves que me llegó con respecto al amor de pareja. Pero tardé años y viví muchas experiencias hasta que estuve preparada para que esa información me llegara de una manera tan clara. Y no es que no me lo hubieran dicho más veces, quizá con otras palabras, pero entonces no estaba preparada para escuchar, porque prefería creerme las palabras de las personas con las que pensaba que iba a pasar el resto de mi vida, hasta que la muerte nos separarse.
Cuando la primera pareja estable que tuve me decía que me quería mucho, yo le quise creer, a pesar de que desaparecía noche sí, noche también y no volviera a saber nada de él, hasta que aparecía a la mañana siguiente en casa, con algún despistado al que traía a tomar la última a mi salón, con aspecto de haberse bebido hasta el agua del wáter.
También quise creer al chico de sonrisa bonita y con el que me resultaba tan fácil hablar y que en cuestión de 21 días quería compartir su vida conmigo y amarme hasta el final de nuestros días. Pero que el día 22 decidió volver con su ex, aunque me quería mucho, porque tenía que intentarlo de nuevo. Si me estás escuchando, de verdad, no dudo que me quisieras mucho, pero no me quisiste bien.
También creí al que no me hacía ni caso porque tenía mucho trabajo o al que me ignoraba por completo, porque tenía muchos problemas en la cabeza.
Pero de todas las experiencias vividas y hablo de experiencias, no de relaciones de pareja formal, como se suele decir, que de esas he tenido 3 contadas. De todas las experiencias, la que más curiosa me ha resultado es la de ese chico de veinti pocos, cuando yo aún no llegaba a la veintena y que después de dos semanas juntos, me confesó que tenía novia. Pero que no me preocupara, que también quería seguir conmigo, porque su vida era perfecta desde que estaba en ella.
Yo no daba crédito. Aun así y después de darme media vuelta y largarme para no verle más, dentro de mí creía que me quería, su vida era perfecta desde que estaba en ella… ¡Guau!
Esta experiencia me resulta curiosa, porque se ha ido repitiendo a lo largo de mi vida una y otra vez. La de hombres que se han asomado a la puerta, hablándome de lo plena que sería su vida conmigo en ella. Claro, conmigo y con su pareja, porque sí, dos llenan más que una ¿Y por qué no tres o cuatro? Lo mismo acababa levitando de tanta plenitud. Aun así, una parte de mí quería creer que sí, que me querían mucho, que su vida conmigo era mejor.
Poco después de mi última pareja, es decir, poco después de que mi madre me hiciera llegar esa primera clave, llegó la segunda. Por eso me siento tan agradecida a esa relación, porque me permitió un conocimiento sobre mí y el modo en que me relacionaba con los hombres, que no tiene precio.
En esta ocasión estaba en el coche, conduciendo y mi hija estaba sentada detrás. Y de manera inconsciente expresé en voz alta un pensamiento ¿Pero qué narices me pasa con las relaciones? ¿Por qué no funcionan? Y de repente una vocecilla adorable de mi niña de 10 años, me suelta de una manera rotunda: “Mamá, pues porque no eliges bien”
¡Madre mía! Esas palabras estuvieron todo el día retumbando en mi cabeza ¡Que verdad más absoluta! ¿Cómo era posible que hasta ese momento no lo hubiera visto con tantísima claridad?
Teniendo en cuenta el tipo de relación que yo quería, sana, consciente, estable, con compromiso… una persona que escuchaba la palabra “Fiesta” y perdía el sentido, no era una buena elección y yo sabía perfectamente cómo era esa persona antes de comenzar con él. Un hombre que acaba de dejar una relación, tampoco era buena elección y mucho menos el que aún seguía en ella, aunque jurara y perjurara que no la quería…pero claro… no podía dejarla.
Repasé cada una de mis relaciones y ninguna había sido buena elección y yo lo sabía perfectamente antes de comenzarla. Eran personas que podrían quererme mucho, a su manera, pero jamás podrían quererme bien.
Entonces ¿Por qué entraba en esas relaciones?
Esto me ha llevado mi tiempo descubrirlo, pero ya que lo sé, lo comparto por si te sirve de algo.
Primero por una serie de creencias y patrones limitantes que condicionaban mi vida para que no tuviera relaciones. Eran creencias que se habían instaurado en mí desde muy pequeña, por una serie de experiencias vividas y observadas y que con experiencias posteriores se fueron convirtiendo en un patrón limitante. El modo de cumplir con ese patrón era o no tener relaciones estables y por ese motivo me he pasado largas temporada sola, huyendo de tener pareja. O cuando algo en mí empezaba a vibrar, un anhelo por conocer a alguien, elegía a quien fuera un fracaso seguro, que además de devolverme a la paz de mi soledad sentimental, que era mi zona de confort, me reafirmaba en “ves… mucho mejor sola”.
El segundo motivo, el desconocer lo que era querer bien. Llevaba toda mi vida relacionándome de esa manera, recibiendo ese falso amor y al final entregando yo también un falso amor, que estaba más basado en la dependencia que en otra cosa y dentro de mí sabía que eso no era lo que quería ¿Pero por qué no? ¿Me querían tanto…? ¿Por qué no me valía con eso? Porque eso no era Amor. Y tuve que buscar en otras relaciones que sí eran sanas y conscientes, aunque no fueran de pareja, el referente de lo que sí era amor.
La relación con mi familia, con mi hija, incluso con el padre de mi hija, al que adoro y que después de que nuestra relación de pareja no funcionase, logramos crear una amistad completamente sana y bella. Siempre digo que él formaba parte de ese patrón de “no elegir bien”, sin embargo no se me ocurre mejor padre para mi hija. O cuando miro la relación con cada una de mis amigas y mis amigos. Todas esas relaciones están basadas en el Amor verdadero, sin príncipes ni princesas, ni perdices. Cada una de esas personas me quieren mucho, muchísimo, pero también me quieren bien y yo a ellas.
Y a través de esas relaciones he aprendido, que cuando una persona te quiere bien te respeta, es sincera contigo, te cuida, te valora, siente interés por ti, te admira, permite que seas tal y como eres, le gustas con tus luces y tus sombras, quiere compartir tiempo contigo a la vez que respeta tus espacios y el que compartas tiempo con otras personas.
Hablo de una relación real, en la que puede haber discusiones y criterios distintos, pero siempre desde el respeto, sin imponernos frente al otro con carácter autoritario. Una relación en la que existan unos acuerdos, que pueden ser diferentes en función de las personas, pero que estos acuerdos se cumplan. Por ejemplo, si para mí es importante la fidelidad y así se lo transmito a mi pareja y ella lo acepta, si está con otra persona, habrá roto el acuerdo. Pero si ambos queremos una relación abierta, eso no será un problema.
En diciembre publiqué un podcast en el que hablaba de estos acuerdos: Los 5 Secretos para tener una Relación de Pareja Feliz
Ahora toca que reflexiones tú
Así que después de haberte hecho un recorrido por mi vida sentimental, te voy a invitar a que reflexiones tú, hablándote de situaciones que quizá te resuenen:
- Una persona que te falta al respeto, no te quiere bien.
- Una persona que te miente, no te quiere bien.
- Una persona que no te trata bien, no te quiere bien
A veces esos mal-tratos, porque si no te trata bien te mal-trata —y no hace falta que se produzca una agresión física, para que exista ese maltrato—son tan sutiles que casi ni los percibes, pero al fin y al cabo, no te trata bien y por tanto, no te quiere bien:
- La falta de interés en ti, como si no valieras nada.
- Las faltas de afecto.
- Las veces que dice que va venir a verte y no aparece.
- Las palabras hirientes que manifiestan que no haces nada bien.
- El machaque constante de que tienes la culpa de todo.
- El no poder mostrarte tal y como eres por miedo a que se enfade.
- El callarte, por evitar otra discusión más.
- El llegar incluso a dudar de tu propio criterio, porque consigue desmontarte cualquier argumento.
¿Te resuena algo de esto?
Hoy solo voy a darte dos recomendaciones:
- Observa cómo te sientes en esa relación ¿eres feliz? Si la respuesta es NO pregúntate ¿por qué sigo en ella? ¿Y hasta cuándo?
- Observa cómo te sientes en otras relaciones que no sean de pareja ¿eres feliz? Si la respuesta es SÍ pregúntate ¿Qué me aportan estas relaciones que no tengo en mi relación de pareja? Así podrás definir lo que es para ti un amor sano.
Y una recomendación de regalo, que realmente es el principio del amor verdadero:
Espero que estas reflexiones te ayuden, si necesitas algo, ya sabes que te leo en la cajita de comentarios y en zoe@elsecretodezoe.com
Te mando un abrazo infinito
Gema Poveda Montes
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