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Son muchas las trabas que tu mente te pondrá cuando decidas comenzar a meditar. Ten en cuenta que vas a obligarla a salir de su zona de confort, un lugar en el que llevaba toda la vida. Sentirá que tomas las riendas e intentas domarla como a un caballo salvaje. De tu mano está susurrarla y llevarla a tu terreno. No obstante, te contaré las dificultades que podrás encontrar, antes, durante y después de la meditación, para que te sirva de ayuda.
Dificultades que pueden surgir antes de comenzar a meditar
Primera.- En primer lugar, creo que la dificultad por excelencia es la CONSTANCIA. Siempre vamos a encontrar excusas perfectas para no meditar diariamente. “tengo mucho que hacer, mejor lo dejo para mañana”, “hoy estoy muy cansada o agotado, me tumbo en el sofá y descanso”, “me duele la cabeza, no voy a poder concentrarme”. Y no nos damos cuenta de que precisamente meditando podemos resolver muchos de esos problemas que se supone que son los que nos impiden meditar. Podemos aliviar nuestro dolor de cabeza, podemos descansar la mente y cuerpo y, por supuesto, podemos elegir parar eso que es tan importante y dedicarnos un instante a nosotros mismos.
Por tanto, es fundamental dejar pasar esos pensamientos, porque no es más que un intento de nuestra mente de oponerse a dejar de gobernar nuestra vida y continuar adelante e incluir la meditación como una práctica habitual. De la misma manera que cada día comemos, nos duchamos, lavamos los dientes o dormimos, también podemos establecer un margen de tiempo para la práctica de la meditación, para reeducar nuestra mente.
Segunda.- Otra de las principales dificultades con las que solemos encontrarnos al comenzar a meditar es con LA FALTA DE TIEMPO, que está relacionada con la constancia, pues es una de las excusas que solemos ponernos. Lo cierto es que nuestro día a día suele estar tan repleto de actividades, que a veces encontrar unos minutos para una actividad nueva, puede ser una odisea. Si además a eso le sumamos que al principio la meditación no suele ser muy estimulante, pues de cinco minutos nos pasamos cuatro y medio intentando relajarnos y alejando esos pensamientos que no paran de venir una y otra vez, buscarle un hueco cuesta bastante.
A eso le podemos añadir que estamos en una postura que nos resulta incómoda y que además debemos mantener, aparecen picores por todos los lados y encima uno de los pensamientos recurrentes es: “estoy aquí sin hacer nada, con todo lo que tengo que hacer”.
El panorama desde luego no es el mejor. Pero cuando superas esa barrera. Cuando llega el momento en el que disfrutas plenamente de ese instante. Cuando de pronto ya tu cuerpo no se queja, ni sientes picores sin sentido, cuando los pensamientos que no deben estar se acallan. Y solo estás tú, en un estado de absoluta relajación. Es entonces cuando agradeces haber sido constante, haber buscado un hueco en tu tetris de vida, haber luchado contra tus resistencias y haberte embarcado en el maravilloso mundo de la meditación.
Tercera.- Por ese motivo es importantísimo tener PACIENCIA, que es el tercer y último problema del que vamos a hablar. Es fundamental, sobre todo al principio, contar con una gran dosis de paciencia, de lo contrario nuestra mente te traerá pensamientos del tipo: “Si no noto ningún cambio”, “tampoco estoy tan mal, esto no me hace falta” y si no persistes, no podrás disfrutar de todos los beneficios que la meditación puede proporcionarte.
Dificultades que pueden aparecer durante la meditación
Primera.- INCOMODIDAD O DOLOR FÍSICO: Al adoptar posiciones nuevas y mantenerlas durante un tiempo prolongado, es muy normal que aparezcan molestias, incluso dolor en las piernas, la espalda, las rodillas, los tobillos o en otras partes del cuerpo, pues estás utilizando musculatura que habitualmente no usas y flexionando zonas que no están acostumbradas a estar de ese modo. Tu cuerpo se irá acostumbrando poco a poco, a media que practiques, pero si el dolor es muy intenso, puedes adoptar otra postura. Lo importante es buscar la postura que te permita enfocarte en el presente y centrarte en la meditación.
Si las molestias son leves, o aparecen picores, que ya he indicado que es muy habitual, o tienes pequeñas tensiones en la espalda o la cabeza, por ejemplo. Obsérvalas, lleva tu respiración a esa zona donde sientes la molestia y déjalas ir, sin más. Es otro modo de luchar contra las resistencias de tu mente.
Pero si consideras imprescindible moverte o rascarte, hazlo y evita enjuiciarte o criticarte por ello, no ocurre nada. Te mueves de manera consciente, sintiendo ese movimiento y continúas con tu meditación, como si no hubiera ocurrido nada.
Segunda.– LAS DISTRACCIONES: Es muy posible que mientras estés meditando, aunque busques un lugar tranquilo, tengas distracciones. Algunas podrán ser propias, como lo que hemos estado comentando de las molestias físicas y otras pueden ser externas, ruidos, pensamientos que aparecen de manera involuntaria. Ten en cuenta que esto entra dentro de lo normal, es lógico que tu mente se centre en algo y sin darte ni cuenta, se disperse. No hay que ser duro con uno mismo por ello. Simplemente, cuando te des cuenta, deja ir esa distracción y vuelve a centrarte. Por ese motivo, es recomendable poder contar siempre con un ANCLA. Algo que nos permita retomar de nuevo el estado de presencia, que nos ayude a estabilizar y calmar la mente.
Podemos usar como ancla por ejemplo meditaciones guiadas, poniendo nuestra atención en la voz de la persona que guía. También se pueden usar la música, centrándonos en ella, en cada una de las notas o los instrumentos. Nuestra propia respiración, sintiendo como inspiramos y espiramos, incluso contando nuestras respiraciones. Una vela, observando cómo se mueve la llama, como aumenta o disminuye su tamaño. E incluso pueden ser un apoyo los sonidos que hay en el exterior, distinguiendo cada uno de ellos o las sensaciones de nuestro propio cuerpo.
Tercera.- SOMNOLENCIA: Es normal que a veces cuando meditamos, nos entre sueño, sobre todo si estamos muy cansados cuando realizamos la meditación. El cuerpo se relaja, nuestra mente se acalla y el sueño parece que llega solo. Pero meditar implica estar despierto, salvo que utilices meditaciones guiadas para conciliar el sueño, en ese caso, bienvenido sea. En el resto de situaciones, será conveniente mantener una postura que no te invite a quedarte dormido, huyendo de estar en posición tumbada o con la cabeza apoyada. Quizá debas adaptar el horario de la meditación a un momento del día en el que no caigas en el sueño.
Yo por ejemplo, he intentado en muchas ocasiones meditar nada más levantarme, como muchos expertos en meditación recomiendan. Pero no es mi mejor momento, me vence el sueño y soy capaz de quedarme dormida hasta en posición de loto. Sin embargo cualquier otra hora del día, me resulta estupenda.
Cuarta.– RECHAZO A LA MEDITACIÓN: Sobretodo al principio, la meditación nos puede resultar aburrida. Tener esa sensación de estar ahí, sin hacer absolutamente nada. Es en este momento en el que necesitamos tener paciencia, como en muchas otras cosas, los resultados no se ven de manera inmediata. Piensa en las veces que has estado a dieta, por ejemplo, necesitas un tiempo para comenzar a ver los efectos en tu cuerpo; o cuando están enfermo y tomas un antibiótico, no ves los efectos hasta transcurridos varios días. Pues con la meditación ocurre exactamente lo mismo. Así que date un tiempo antes de renunciar.
En otras ocasiones, también se puede producir rechazo, porque la meditación nos pone en contacto con partes de nuestro interior que teníamos ocultas, miedos, fantasmas, que a veces barremos bajo la cama y que con el parloteo incesante de nuestra mente, logramos mantener ocultos. Lo más recomendable en este caso es simplemente contemplarlos en la distancia, como un observador desapegado y si se considera necesario resolverlo, acudir a un psicólogo o terapeuta profesional que nos ayude a hacer frente a nuestros conflictos.
Quinta.- QUERER CONSEGUIR RESULTADOS RÁPIDOS: A veces entramos en la práctica de la meditación con mucha prisa por obtener resultados e iniciamos prácticas largas, durante muchos días seguidos. Eso nos puede generar un desgaste por exceso y de ahí al abandono solo hay un paso. Es preferible realizar la práctica de manera paulatina, para que nuestra mente y también nuestro cuerpo, se vaya acostumbrando y la meditación se instaure como algo natural y sencillo, que no requiera de un esfuerzo, que no se vea como una obligación. Podemos comenzar con meditaciones de 5 minutos al día e ir progresivamente aumentando el tiempo. También puede realizarse meditaciones un día a la semana, después dos e ir aumentando hasta lograr meditar todos los días, aunque solo sean unos minutos.
Dificultades que pueden aparecer después de la meditación
En el podcast Qué el la Meditación y cómo practicarla, al hablar de los cinco aspectos a tener en cuenta a la hora de meditar, uno de ellos era NO GENERARSE EXPECTATIVAS. Solo vas a poder tener problemas cuando acabes, si esperabas algo de esa meditación. Todo es perfecto cuando meditamos, absolutamente todo, porque estoy convencida de que aunque te hayan venido muchos pensamientos y no hayas logrado la paz y calma deseada, por lo menos durante uno, dos o incluso tres segundos tu mente ha parado y eso es un éxito total, porque en tu día a día no para ni un solo segundo.
“Al meditar no esperes más que estar presente, ese será tu regalo”